Comer a deshora puede alterar el metabolismo, el sueño y hasta aumentar el riesgo de enfermedades
Santo Domingo — La hora a la que cenamos tiene un impacto más profundo en nuestra salud de lo que muchos imaginan. Aunque la cena es la última comida del día, su influencia se extiende a funciones clave del cuerpo como el metabolismo, la reparación celular, el descanso y la regulación hormonal. Así lo explica la dietista, chef y docente Raquel Frías, quien comparte recomendaciones prácticas para una cena saludable y beneficiosa.
“El cuerpo no se apaga por la noche, sigue trabajando”, destaca Frías. Durante el sueño, el organismo lleva a cabo procesos fundamentales como la regeneración de tejidos, la desintoxicación, la regulación hormonal y el fortalecimiento del sistema inmunológico. Y todo esto está estrechamente ligado a cómo y cuándo cenamos.
Uno de los principales problemas de cenar tarde es el impacto en el metabolismo. Frías señala que por la noche el cuerpo metaboliza la glucosa de manera menos eficiente, lo que puede aumentar el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 si se consumen carbohidratos simples o cenas copiosas justo antes de dormir.
Además, comer tarde interrumpe el ayuno nocturno, una pausa necesaria para que el cuerpo realice sus funciones metabólicas correctamente. También puede reducir la hormona de la saciedad (leptina), lo que incrementa el apetito y contribuye al aumento de peso.
Otro efecto negativo es sobre la calidad del sueño. Cenar muy cerca de la hora de acostarse, especialmente si la comida es pesada o rica en grasas, puede provocar acidez, reflujo y dificultades digestivas que interfieren con el descanso. Incluso puede generar picos de glucosa seguidos de caídas bruscas, lo que altera los ciclos de sueño.
En cuanto al tipo de alimentos, Frías recomienda priorizar las proteínas magras, como el pescado o el huevo, esenciales para la reparación muscular durante la noche. También sugiere optar por carbohidratos complejos (como cereales integrales y verduras) y evitar azúcares o harinas refinadas. En cuanto a las grasas, prefiere las saludables, como las del aguacate o el aceite de oliva, pero advierte que no deben consumirse en exceso para no dificultar la digestión.
La clave, sin embargo, está en el horario. “Cenar temprano es mejor”, insiste Frías, quien explica que lo ideal es hacerlo antes de las 20:00 horas, dejando un margen de 2 a 3 horas antes de ir a dormir. Este intervalo permite una digestión adecuada y mejora tanto el metabolismo como la calidad del sueño.
No obstante, reconoce que en países como España —donde muchas personas cenan entre las 20:30 y las 23:00 horas— es difícil cambiar los hábitos de forma repentina. Por eso, sugiere realizar ajustes graduales, adelantando la cena 15 o 30 minutos cada semana.
Para lograrlo, la planificación también juega un papel importante. Tener la cena lista o preparada con antelación, por ejemplo en un tupper, puede evitar la tentación de recurrir a opciones rápidas y poco saludables cuando llegamos tarde del trabajo.
Cenar a la hora adecuada y con los nutrientes correctos puede marcar la diferencia entre un descanso reparador y una noche agitada, entre un metabolismo eficiente y uno lento. Con pequeños cambios en el horario y la planificación, es posible mejorar la salud de manera significativa sin grandes sacrificios.
Así que, si te preguntas cuál es la mejor hora para cenar, la respuesta es clara: cuanto antes, mejor. Tu cuerpo —y tu salud a largo plazo— te lo agradecerán.