Estudios revelan que el aislamiento prolongado puede aumentar el riesgo de enfermedades graves y muerte prematura
Madrid — La soledad, especialmente cuando no es deseada, no solo afecta el estado emocional de quienes la padecen, sino que también representa una seria amenaza para la salud física. Diversos estudios han demostrado que vivir en aislamiento puede incrementar significativamente el riesgo de enfermedades como la depresión, el deterioro cognitivo y los problemas cardiovasculares.
Una investigación liderada por expertos de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y otras instituciones españolas, analizó la evolución de la soledad en adultos durante 12 años. El estudio, publicado en el Journal of Affective Disorders, concluyó que el 12% de los participantes experimentó soledad de forma moderada a alta, mientras que el 87% presentó niveles bajos o nulos de aislamiento.
Los factores que más aumentan el riesgo de sentirse solo incluyen haber enviudado, estar separado o no haber contraído matrimonio, vivir solo, ser migrante, padecer depresión, tener pensamientos suicidas, sufrir quejas de memoria o estar socialmente aislado.
Por otro lado, contar con apoyo y confianza social, así como una mayor satisfacción con la vida, se identificaron como factores protectores que reducen la sensación de soledad.
El impacto mental de este fenómeno no es menor. Según el Observatorio Estatal de la Soledad no Deseada, el aislamiento prolongado puede derivar en cuadros graves de ansiedad y depresión. La psiquiatra Marina Díaz Marsá, presidenta de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental (SEPSM), ha subrayado que la soledad es “una situación prevenible” y ha llamado a fomentar espacios de apoyo emocional y diálogo para fortalecer las conexiones humanas.
Pero los efectos de la soledad no se limitan al plano psicológico. Estudios científicos también vinculan el aislamiento social con problemas físicos severos, como hipertensión, enfermedades cardíacas, obesidad, debilitamiento del sistema inmunológico, deterioro cognitivo, demencia e incluso un aumento en el riesgo de muerte prematura.
Un metaanálisis publicado en 2023 por la revista médica JAMA reveló que el aislamiento social está asociado con un 32% más de riesgo de mortalidad por cualquier causa, mientras que la soledad aumenta ese riesgo en un 14%. También se ha identificado una correlación con mayor mortalidad por cáncer y enfermedades cardiovasculares.
Desde la perspectiva de la longevidad, otro estudio, esta vez publicado en PLOS Medicine, descubrió que las personas con relaciones sociales sólidas tienen un 50% más de probabilidad de supervivencia en comparación con quienes presentan vínculos débiles.
El deterioro físico asociado a la soledad puede explicarse en parte por hábitos poco saludables adoptados en contextos de aislamiento: sedentarismo, consumo excesivo de alcohol, tabaquismo y trastornos del sueño, todos factores de riesgo para enfermedades crónicas.
En el caso particular del deterioro cognitivo y la demencia, la Fundación Pasqual Maragall apunta que el aislamiento puede inducir una mayor reactividad al estrés, alteraciones inmunológicas, incremento del estrés oxidativo y sobreexpresión de genes inflamatorios, todos ellos mecanismos vinculados al envejecimiento cerebral.
Asimismo, la falta de actividad física, una nutrición inadecuada y el uso no controlado de medicamentos en personas solas son comportamientos que inciden negativamente en la salud cognitiva, ya sea de forma directa o a través del desarrollo de enfermedades cardiovasculares y metabólicas.
Ante este panorama, los expertos insisten en la necesidad urgente de implementar políticas públicas y comunitarias que promuevan la conexión social, combatan el aislamiento y garanticen espacios seguros para el acompañamiento emocional. Porque la soledad, más allá de ser una experiencia emocional, se ha convertido en un problema de salud pública.