Conoce cómo influyen las hormonas en el enamoramiento y por qué actuamos como actuamos cuando estamos enamorados
El enamoramiento es tanto un fenómeno emocional como biológico. “Cuando nos enamoramos, la dopamina, conocida como la hormona del placer, se libera a niveles extraordinarios. Esta explosión química no solo provoca la sensación de euforia y placer asociada al amor, sino que también comparte similitudes sorprendentes con experiencias como los juegos de azar y la consumición de drogas”, explica Cristina Fernández García, jefa del Servicio en Neurología del Hospital Universitario Sanitas La Moraleja.
En cada una de las fases del enamoramiento, desde el primer momento de atracción hasta la superación del desamor, las hormonas y neurotransmisores entrelazan una red que define esta experiencia emocional:
Atracción: cuando una persona se siente atraída por otra, se guía por las feromonas que percibe en el aire. Estas, junto a las hormonas sexuales, los estrógenos y la testosterona, son las encargadas de generar el deseo hacia la otra persona. La adrenalina, por otro lado, se convierte en la “culpable” de los primeros acercamientos, provocando aceleración del pulso, boca seca y gestos que buscan captar la atención de la otra persona.
Fase inicial del amor: a medida que la relación se profundiza, la dopamina, el neurotransmisor del placer, provoca euforia y un subidón de energía. Más tarde, aparece la feniletilamina, proporcionando la popular sensación de “estar flotando en una nube”. Este compuesto químico, con efectos que duran entre tres y cuatro años en el cerebro, coincide con la duración típica de la fase apasionada. También hay que tener en cuenta la norepinefrina que provoca euforia, aceleración del corazón, nerviosismo y sudoración.
Consolidación emocional: es la etapa del amor y la intimidad. La oxitocina, conocida como la hormona del amor, desempeña un papel central en la creación de lazos emocionales y la experiencia del vínculo en la relación. La serotonina, hormona de la felicidad, mantiene la pasión bajo control y contribuye a un estado de ánimo óptimo y bienestar. Esta hormona suprime emociones negativas como la ira, pero, con el tiempo, el cuerpo se acostumbra a su efecto y este se atenúa, lo que provoca que el organismo la necesite, cada vez, en mayores cantidades para sentirse bien.
Reactivación de la pasión: es esencial estimular la liberación de hormonas a través de actividades compartidas y experiencias nuevas en pareja. Las relaciones sexuales frecuentes también ayudan a la liberación de oxitocina, endorfinas y vasopresina, fortaleciendo la conexión emocional.
Desamor: cuando el amor llega a su fin, se activan áreas cerebrales similares a las de una caída. Los niveles bajos de oxitocina y, especialmente, serotonina, pueden propiciar la aparición de pensamientos intrusivos y sentimientos de tristeza.
Desde un pequeño enfado hasta un ataque de risa, todas las experiencias emocionales están influenciadas por el funcionamiento de las hormonas. El amor, en ocasiones mitificado en la cultura y la sociedad, no deja de ser otro proceso químico que también obedece a instintos y funciones vitales del cuerpo.
“Si bien es innegable que las hormonas desempeñan un papel fundamental en el amor, no podemos subestimar la complejidad de la mente humana. Cada individuo lleva consigo una historia única, con experiencias pasadas, deseos, y anhelos que conforman su estilo de apego e influyen en la forma en que viven y sienten el enamoramiento”, explica Virginia del Palacio psicóloga de BluaU de Sanitas.
Por lo tanto, resulta interesante reconocer cómo la complejidad de las respuestas hormonales influye en las percepciones y experiencias románticas.
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