Joe Biden siempre se ha referido a su hermana como «su mejor amiga». Valerie lleva dirigiendo sus campañas electorales desde los años en que era delegado de clase, y fue su principal apoyo tras la muerte de su esposa y su hija, Neilia y Naomi.
Joe Biden junto a su hermana Valerie en 1987, el primer año en el que intentó competir por la presidencia de Estados Unidos.
Una de las mayores sorpresas de la administración de Joe Biden ha sido la ausencia de su hermana, Valerie Biden Owens, en el organigrama de la Casa Blanca. Mientras que Frank, otro de los hermanos de Biden, está dando de qué hablar por saltarse las normas de prevención en una fiesta con el boxeador Floyd Mayweather, Valerie ha permanecido en un discreto segundo plano. La consultora política ha dirigido prácticamente todas las campañas electorales de su hermano, y hasta embarcó a los principales diseñadores de moda de Estados Unidos en una fresca iniciativa para cambiar el estilo de su merchandising electoral. Sin embargo, Valerie no ha querido dar el salto al Ala Oeste.
Y eso que los dos hermanos son uña y carne. Joe se ha referido en varias ocasiones a Valerie como su mejor amiga, una que lo ha sido «durante toda mi vida», como señalaba en sus memorias, Promises to Keep [Promesas que mantener]. El actual presidente no exagera: cuando eran niños y Joe Biden adquirió su primera «responsabilidad» –vigilante del resto de niños en el transporte escolar por encargo de las monjas bajo las que estudiaban–, dimitió cuando vio a su hermana (tres años menor que él) dando el espectáculo. Para los Biden, los lazos familiares son más importantes que el deber. Aunque la respuesta también daba cuenta del caracter de su generación: dimitir antes que faltar a ese deber.
Valerie le devolvería el favor años después: lo ayudó a superar su tartamudez; hizo campaña por él cuando, ya en el instituto, Joe decidió presentarse a presidente de los estudiantes. Y en esa campaña amateur encontró su vocación: desde entonces, en cada cargo público al que se ha presentado Joe, Valerie ha estado presente en la dirección de su campaña. Ya fuera como representante local, senador estadounidense o, desde hace unas semanas, presidente de Estados Unidos.

Valerie Biden Owens, Joe Biden y Jill Biden, durante las primarias de marzo de 2020.CORDONPRESS
La amistad entre ambos, en estos 50 años de recorrido electoral, es uno de los grandes valores del presidente: con Valerie al frente (que hasta ha dado discursos en nombre de su hermano en los mítines), Joe tiene la tranquilidad de que su brazo electoral no va a jugársela en ningún momento. Nadie, aseguraba uno de los jefes de gabinete de Biden, intentaría meterse nunca entre los dos hermanos.
Porque, para empezar, es difícil que nadie ajeno a la familia pueda superar el gran papel que jugó su hermana cuando el presidente tuvo que superar la primera de sus tres grandes tragedias vitales: la muerte en accidente de tráfico de Neilia Hunter, su primera esposa, y Naomi Biden, su hija menor. Fue en diciembre de 1972, cuando Joe contaba 30 años recién cumplidos y faltaban apenas unas semanas para que se incorporase al Senado de Estados Unidos como uno de sus miembros más jóvenes.
El accidente dejó devastado a Joe, que pensó en retirarse de la política. Pero Valerie instó a su primer marido, Bruce Saunders, a que se mudasen al hogar de Joe para cuidar de los otros dos hijos del hogar devastado, Hunter y Beau, para que su hermano pudiese incorporarse al Senado. Valerie incluso dejó su trabajo –de profesora– para cuidar de sus sobrinos, con la «plena confianza» de Joe, como contaba el presidente en sus memorias. Valerie fue «la piedra angular que me permitió aguantar y reconstruir más tarde mi familia».
Un proceso que duró cuatro años, y con el que Valerie siempre bromeó: «pude practicar con Hunter y Beau antes de poder hacerlo mal con mis propios hijos», le contaba al NYT en 2008, después de que Joe se hubiese retirado de la carrera presidencial (se incorporaría como candidato a vicepresidente de Barack Obama ese mismo año). De sus tres hijos: Cuffe, el primogénito (y abogado), y dos hijas, Missy y Casey. Los tres son fruto del segundo matrimonio de Valerie, con John T. Owens, amigo de Joe en los años universitarios, y con el se casó durante la crianza de sus sobrinos, en 1975.
Curiosamente, la campaña presidencial de este año es la única que Valerie no ha dirigido directamente. Valerie figuraba como asesora política senior de su hermano, aunque los implicados en la caravana electoral no tenían ninguna duda sobre su papel: ella aprobaba la dirección, las iniciativas… Y, sobre todo, se encargaba de su especialidad: conseguir que las ideas de su hermano, sobrias y de perfil muy político, calasen entre los votantes. Joe agradeció a Valerie su presencia constante en su discurso inaugural, entre las personas esenciales para su dedicación a la política.
Pero Valerie ha tenido su propia misión más allá de la sombra de su hermano: ha sido durante tres décadas vicepresidenta de una de las grandes consultoras políticas estadounidenses; profesora en Harvard y otras universidades; y activista a la hora de extender la participación de las mujeres en democracias emergentes, fuera de Estados Unidos. No necesita un puesto en la Casa Blanca para influir en su hermano: ambos comparten el mismo ideario político. Y sabía que lo último que necesitaba Joe, después de que Donald Trump convirtiera la Casa Blanca en una extensión de su familia a la hora de hacer negocios, es que los acusasen de nepotismo.