Dra. Alba Sánchez
Es imposible que un árbol sin raíces pueda crecer y dar frutos. A veces hasta nace, brota, intenta mantenerse, pero tarde o temprano sus hojas empiezan a tornarse amarillas, luego marrones y finalmente se secan. Lo mismo pasa con un proyecto político carente de sustento en las bases: está condenado al fracaso.
Si usted le pregunta a cualquier dirigente alto, medio o bajo del PRM si conoce, si le ha estrechado la mano o si ha conversado con David Collado, la respuesta es un rápido y contundente no. Su ausencia ha sido eterna, nunca se ha «grajeado» con las bases, no sabe lo que es una fritura, no tiene compadres, no asiste a bodas, bautizos ni velorios. Es una especie de fantasma político tratando de construir una casa desde arriba, sin zapata, blocks, cemento ni varillas, la que con cualquier brisa se vendrá abajo
Del peaje para allá es un desconocido. No baila bachata, pero tampoco escucha jaz. Así como no tiene raíces tampoco ha podido desarrollar ramas fuertes qué puedan permear a las clases medias ni altas. Arriba tampoco se le puede considerar como un empresario exitoso, un modelo a seguir, un genio económico. No tiene raíces, pero tampoco tiene ramas. No hay sustento ni arriba ni abajo.
Entonces, ¿Cómo es que piensa ser presidente? Acaso, ¿es un genio de las ciencias políticas, un filósofo sabio o un intelectual fuera de serie? ¿Es un orador de la talla de Balaguer o Peña Gómez? Ninguna de las anteriores.
Es un invento, un capricho de estos tiempos modernos, una narrativa creada a fuerza de percepción y encuestas a la medida que tarde o temprano, el día que sea expuesto al sufragio, se vendrá abajo. Un gigante de la literatura política en tiempos de redes sociales que no resistirá el fragor de la realidad porque lo único que derrota a la percepción falsa es la dolorosa realidad de una convención. Margarita Cedeño contra Abel es la prueba de lo que digo. Así como un árbol sin raíces no puede crecer, una candidatura sin estructuras política nunca saldrá victoriosa.
Empresaria dominicana.
