El 6 de mayo se conmemora el Día Mundial del Asma, una enfermedad crónica que afecta a millones de personas en todo el mundo y que puede manifestarse de manera más sutil de lo que se cree. Aunque se suele asociar con dificultad extrema para respirar, hay síntomas menos evidentes que pueden servir como señales de alerta y facilitar un diagnóstico temprano.
El asma se produce por la inflamación de los bronquios —los conductos que llevan el aire a los pulmones—, lo que provoca su cierre repentino, dificultando la respiración. Esta condición, en aproximadamente el 80% de los casos, está vinculada a causas alérgicas como el polen, los ácaros del polvo o la exposición a químicos, factores que se intensifican especialmente en primavera.
El doctor Álvaro Toledano Ruiz, médico del Centro de Salud García Noblejas en Madrid, explica que el asma puede ser más compleja de detectar de lo que parece. Además de los conocidos ataques de asfixia, hay síntomas como la tos persistente, los pitidos al respirar (sibilancias) y una leve dificultad para respirar (disnea) que pueden pasar desapercibidos. “Estos signos iniciales deben ser tomados en serio. Un diagnóstico precoz permite un tratamiento más eficaz y mejora notablemente la calidad de vida del paciente”, afirma el especialista.
¿Asma o EPOC?
Muchas veces, los síntomas del asma se confunden con los de otras enfermedades respiratorias, como la Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC). Ambas comparten señales como tos, falta de aire y fatiga al realizar esfuerzos. No obstante, Toledano aclara que su origen es diferente: “El EPOC está muy ligado al tabaquismo prolongado y al daño pulmonar que este genera, mientras que el asma es una respuesta anómala del sistema inmunológico, muchas veces por una predisposición alérgica”.
Factores de riesgo y detonantes
Aunque no se conoce la causa exacta del asma, sí se han identificado ciertos factores que aumentan el riesgo de padecerla:
- Historial familiar de asma o alergias.
- Humo del tabaco durante el embarazo o en la infancia.
- Nacimiento prematuro o con bajo peso.
- Infecciones respiratorias en los primeros años de vida.
- Obesidad.
- Exposición a químicos o contaminantes.
Entre los desencadenantes más comunes de una crisis asmática se encuentran el aire frío, los cambios bruscos de temperatura, el polen, los ácaros, el pelo de animales, ciertos productos de limpieza, el humo del tabaco, el ejercicio físico intenso, el estrés y algunas infecciones respiratorias.
¿Qué hacer ante los primeros síntomas?
Ante cualquier signo de tos persistente, pitidos al respirar o dificultad para respirar, lo más recomendable es acudir al médico. Un diagnóstico temprano y el uso adecuado de tratamientos como los inhaladores pueden marcar la diferencia entre una vida limitada por la enfermedad y una rutina completamente normal.