Contactos
Chismolandia
No Result
View All Result
  • Inicio
  • Salud
  • Nacionales
  • Cine
  • Novedades
  • Belleza
  • Amor/Sexo
  • Inicio
  • Salud
  • Nacionales
  • Cine
  • Novedades
  • Belleza
  • Amor/Sexo
No Result
View All Result
Chismolandia
No Result
View All Result

Colette, la escandalosa vida de la mujer más libre de Francia

chismo by chismo
4 agosto, 2018
in Salud
0
Colette, la escandalosa vida de la mujer más libre de Francia

Artículos relacionados

¿Es mejor comer a la 1 o a las 3 de la tarde? La ciencia tiene la respuesta

¿Mayonesa light? Una opción más ligera, pero no necesariamente nutritiva

Pasó de bailar semidesnuda en clubs nocturnos a presidir la Academia Goncourt, su apasionante vida acaba de ser llevada al cine con Keira Knightley como protagonista.

El gobierno francés la condecoró con la Legión de Honor y fue la primera mujer admitida como miembro por la Academia Goncourt, que acabaría presidiendo. A su muerte recibió un funeral de estado, pero la iglesia se negó a honrarla por estar divorciada, no una sino dos veces. Sidonie-Gabrielle Colette, uno de los grandes orgullos de las letras galas, admirada por Proust y Cocteau, vio como sus obras triunfaban en Broadway y en Hollywood, pero para muchos no dejó de ser nunca la desclasada que exhibía su bisexualidad sin tapujos y se cimbreaba con los pechos descubiertos en cabarets de Montmartre.

Su posterior estilo de vida fue fácil de intuir desde su adolescencia. No vivió entre lujos, pero tampoco supo qué era la verdadera necesidad hasta muchos años después. Sus padres le proporcionaron una educación sólida, algo poco habitual en la época, y ella se solazaba con la lectura de Dumas, Zola y Balzac. Sus mayores pasiones eran la naturaleza –algo asequible si uno vive en la fértil Borgoña– y los animales, “nuestros compañeros perfectos nunca tienen menos de cuatro patas”, escribió. Algo que mantuvo toda su vida. Es difícil encontrar instantáneas suyas en las que no esté acompañada por alguna de sus gatas.

Pero sus inicios literarios llegaron de la mano de un compañero de dos patas, su primer marido, el crítico y periodista Henry Gauthier-Villars ‘Willy’, a quien conocía de su infancia en Borgoña. Era 13 años mayor que ella –la diferencia edad con sus amantes fue una constante en su vida y en su obra– y un mujeriego espabilado y bien parecido con mucho éxito entre las damas de la alta sociedad. Aunque más que un verdadero escritor, Willy era un vendedor de humo con un ejército de escritores a su servicio sobre cuyos textos sólo colocaba su firma.

Willy conocía la pericia literaria de Colette. Durante su noviazgo se habían cruzado abundante correspondencia y los textos de ella rebosaban gracia, sensualidad y picardía. Él, que no era un escritor dotado, pero tenía olfato para los negocios, no tardó en pedirle un texto en el que rememorase su niñez en la Borgoña.

Colette le entregó 650 páginas que no parecieron dejarlo muy satisfecho lo que la hizo sentirse “aliviada por volver a mi diván, con mi gata, mis amigos y mis libros”. Pero a Willy sí que le había gustado el texto. Tanto que lo publicó con su nombre. Había nacido Claudine, uno de los grandes personajes de Colette.

Claudine en la escuela, la provocativa historia de una adolescente precoz en la Borgoña, se convirtió en un escándalo y en un éxito comercial. Después llegaron Claudine en Paris y Claudine se casa. La trilogía dio pie a un musical protagonizado por Polaire, actriz de variedades y amante de Willy que vuelve a demostrar su ojo para los negocios disfrazándolas a las dos de colegialas y paseándose abrazado a ambas por las fiestas parisinas. ¿Eran un trío? Estrategia publicitaria o no, funcionó. Las mujeres se vestían de jóvenes estudiantes al estilo Claudine y podían comprar desde perfume Claudine a cigarrillos Claudine. Hasta el cuello redondeado de las camisas infantiles, eso que en España llamamos “cuello bobo”; pasó a llamarse “cuello Claudine”.

Mientras Henry escribe cronicas desde el frente, Colette vive un intenso romance con su hijastro, Bertrand de Jouvenel, ella ya ha cumplido los cuarenta, él apenas los 17. De nuevo y al igual que durante su relación con Missy ignora las convenciones sociales, es tan libre como sus personajes.

La cuarta novela, Claudine se va, la primera firmada por Colette en solitario, nos cuenta el desmorone de su matrimonio. Ambos mantenían relaciones con la heredera americana Georgie Raoul-Duval y la situación se volvió insostenible, a Willy no le preocupaba la infidelidad de Colette con otras mujeres y Colette ya estaba acostumbrada a las infidelidades de Willy, pero esta vez dijo basta. El exitoso dúo Colette-Willy llegó a su fin.

Willy era un encanto en público y un tirano en privado (“proxeneta literario” le llamaron Eisinger y McCarthy en Colette. The woman. The writer). En el pequeño apartamento que compartían en la Rue Jacob, en un cuarto oscuro y mal ventilado, encerraba a su esposa 16 horas al día para que escribiese los libros que él firmaría con su nombre.

Pero la pantomima había llegado a su fin y todo París sabía que aquellos textos eran obra de Colette. El escándalo fue relativo, ella no quiso perjudicar a su ex marido, y contó a todo el que la quiso escuchar que no podría haber escrito sin él (pudo hacerlo, escribió sin él hasta su muerte). Colette ganaba crédito intelectual, pero los derechos de autor seguían perteneciendo a Willy. A pesar de haber trabajado sin descanso, tras la separación no tenía un franco.

“Ayer, una respetable mujer de clase media; hoy, una actriz, prácticamente de la clase obrera; y el día de mañana, baronesa. Las mujeres estaban ligadas de una manera menos estricta que los hombres a una clase social, a una jerarquía inalterable. La rueda de la fortuna podía lanzarlas al instante, desde lo más alto a lo más bajo de la insegura escala social.” escribe Michele Sardé en Colette. 

Tras el fiasco amoroso con Georgie Raoul-Duval, ocupa su corazón otro personaje de la colorida fauna parisina: la marquesa de Bellbeuf, Mathilde de Morny, Missy, sobrina de Napoleon III y nieta (ilegítima) del Zar Nicolás I. Y entonces Colette cambió las elegantes mansiones de las salonniers, epicentros culturales de la vida parisina, en los que se codeaba con Debussy, Anatole France o Anna de Noailles, por los sórdidos clubs nocturnos de Montmartre. Actuaba siete días a la semana en espectáculos de variedades. Aun así, Missy y ella apenas comían y dormían en estaciones de tren, mientras ansiaban ahorrar para comprarse una pequeña casa en la que vivir juntas. Muchas voces se alzan contra su nuevo estilo de vida, su madre entre ellas le afea sus actividades nocturnas.

“¿Qué queréis que haga? ¿Costura, mecanografía, o la calle? El music-hall es la profesión de los que no han aprendido ninguna profesión”, escribió acerca de esa época.

Su relación no estuvo libre de escándalos. Dos días antes de la Noche de Reyes ambas estuvieron a punto de ser arrestadas por besarse durante una representación de El sueño de Egipto en el Moulin Rouge en la que Missy interpretaba a un egiptólogo y Colette a una momia que despierta de su letargo. Se produjo un altercado en la sala y el ex marido de la marquesa pidió la cancelación de la obra, Willy fue despedido de su trabajo y a ambas se les indicó que no podían vivir juntas. Spoiler: siguieron viviendo juntas.

A ninguna de las dos les quitaba el sueño el qué dirán. A pesar de que el atuendo masculino estaba prohibido para las mujeres, Missy llevaba trajes de tres piezas y el cabello corto. Y no renunció a ello ni cuando por sus ropas le negaron la compra de una vivienda en Rozven en Saint-Coulomb, Bretaña. Colette tuvo que firmar las escrituras. Tras cinco años de relación rompieron y Colette se quedó a vivir allí. En esa casa escribió La vagabunda, en la que relata sus aventuras en el mundo del espectáculo, y Los zarcillos de la vid.

Tras la ruptura con Missy volvió a encontrar el amor en un viejo amigo, Henry de Jouvenel, redactor jefe del diario Le Matin. En 1911 se casaron y nació su única hija, Bel–Gazou. Sin ninguna vocación maternal, retoma la escritura tres días después del parto y apenas tiene contacto con su hija que siempre estuvo en manos de las ayas. El matrimonio duró doce años y y finalizó tras su escándalo más sonado: mientras Henry escribe crónicas desde el frente, Colette vive un intenso romance con su hijastro, Bertrand de Jouvenel. Ella ya ha cumplido los cuarenta, él apenas los 17. De nuevo y al igual que durante su relación con Missy, ignoró las convenciones sociales, era tan libre como sus personajes.

La sociedad se escandalizaba mientras acudía a las librerías a comprar Cheri, la obra en la que la autora había avanzado esa historia, la de un jovencísimo seductor en brazos de una mujer madura. De nuevo la vida de Colette imita al arte.

Se divorció de Henry, pero esta vez no sufrió económicamente, estamos en los felices años 20 y ya es una escritora respetada, una referencia. Comparte coordenadas temporales y geográficas con la pléyade de intelectuales norteamericanas que se instalan en Paris en busca de libertad artística y sexual, pero apenas se mezcla con ellas.

No llegó a conocer a Edith Wharton, que recaló en París huyendo del hastío de un matrimonio infeliz, pero llevándose con ella todo el amaneramiento victoriano y las costumbres de aquella Nueva York puritana que tan bien reflejó en La edad de la inocencia. Tampoco intima con Gertrude Stein, la otra gran pope cultural norteamericana que vivía apenas a un par de calles. Sólo Natalie Clifford Barney, la riquísima aristócrata que hizo del lesbianismo una forma de vida, y cuya obra literaria ha quedado opacada por sus novelescas andanzas, cruzó su camino con el de la francesa. Colette, vecina de la Rue Jacob, fue una de las bailarinas que realizaban pequeñas representaciones en el Templo de la Amistad, el pequeño simulcro griego que Barney había construído en su jardín a mayor gloria de la poeta Safo.

Su tercer matrimonio, con el escritor y empresario Maurice Goudeket, dieciseis años más joven que ella, fue el definitivo. Ella le ayudó a reponerse de la ruina a la que la Segunda Guerra Mundial, como a tantos judíos, le había conducido y él la apoyó siempre. Incluso cuando careciendo de formación y experiencia decidió montar una empresa de cosmética en la que ella misma formulaba las cremas y escribía consejos de belleza: “Ríase todo lo que quiera, pero si no quiere envejecer, llore sólo lo necesario”.

Amiga e inspiración de Coco Chanel, que preciaba su amor por las prendas cómodas ligeramente masculinas, siempre sintió un gran interés por la moda y el cuidado de su imagen, como deja claro en una de sus citas más célebres: “Soportaría gustosa una docena más de desencantos amorosos, si ello me ayudara a perder un par de kilos”. 

Colette y Audrey Hepburn en Broadway en 1951.
© Cordon Press
A pesar de que una artritis paralizante la obligó a permanecer encerrada en casa durante sus dos últimas décadas de vida, su entusiasmo literario no decayó y en 1944 publicó su obra más famosa, Gigi. La historia de la joven aprendiz de cortesana es un éxito de ventas que triunfa en Broadway con Audrey Hepburn como protagonista y en Hollywood. La adaptación de Vicente Minelli con Leslie Caron como Gigi gana 9 Oscars, incluido el de mejor película.

La joven que enseñaba los pechos en espectáculos de music hall se había convertido en la escritora más importante de Francia y cuando falleció a los 81 años recibió un funeral de estado, pero la iglesia se resiste a rendirle honores a una atea divorciada. Es fácil imaginar que a Colette no le habría quitado el sueño. Conoció el éxito en vida, fue admirada por sus coetáneos –Proust y Cocteau celebraron su prosa– y por los jóvenes talentos –Truman Capote, rendido admirador la visitó antes de morir–. Cautivó al público y a la crítica, tomó asientos en las más pretigiosas instituciones y disfrutó plenamente de la vida sin plegarse a las imposiciones de la sociedad. Cómo útlimo honor terrenal su cuerpo descansa en el cementerio de Père Lachaise, al lado de otros ilustres como Oscar Wilde o su admirado Balzac. “¡Qué maravillosa vida he tenido! Ojalá me hubiera dado cuenta antes”, escribió poco antes de morir. No hay muchos que puedan afirmar algo tan rotundo.

Fuente: revistavanityfair.es

0 0 votes
Article Rating
Previous Post

Madonna revela los motivos por los que se ha mudado a Portugal (y no Barcelona)

Next Post

Horóscopo de hoy 4 de agosto de Josie Diez Canseco

Subscribe
Notify of
guest

guest

0 Comments
Oldest
Newest Most Voted
Inline Feedbacks
View all comments
Chismolandia




Chismolandia es una revista de entretenimiento con artículos interesantes sobre farándula, consejos de salud, consejos de pareja, y todo lo que acontece en el mundo.





Secciones

  • Inicio
  • Salud
  • Nacionales
  • Cine
  • Novedades
  • Belleza
  • Amor/Sexo

© 2020 Chismolandia - Este sitio forma parte de H2 Media Group. Diseñada por Codemasters.dev

No Result
View All Result
  • Inicio
  • Salud
  • Nacionales
  • Cine
  • Novedades
  • Belleza
  • Amor/Sexo

© 2025 JNews - Premium WordPress news & magazine theme by Jegtheme.

wpDiscuz
0
0
Would love your thoughts, please comment.x
()
x
| Reply