Este miércoles 7 de mayo, República Dominicana celebra el 70 cumpleaños de una de sus figuras más queridas y trascendentales del merengue: Fernando Villalona, el «Mayimbe», quien ha recorrido un camino lleno de éxitos, emociones y también tropiezos, pero que sigue firme sobre los escenarios, grabando y cantando como desde aquel día que comenzó a conquistar corazones.
Nacido en 1955 en Montecristi, el mismo día que el régimen trujillista intentaba consolidar su propaganda política con la proclamación de Rafael Trujillo como «Padre de la Patria Nueva», Villalona se convertiría con los años en un símbolo muy distinto: el del talento auténtico y popular, el de un artista que ha acompañado la historia emocional de varias generaciones de dominicanos.
Criado en Loma de Cabrera, en la provincia de Dajabón, desde temprana edad mostró interés por la música que escuchaba en casa. A los 10 años ya cantaba en el parque del pueblo cada vez que se iba la luz. Fue en la iglesia, en el coro de la parroquia, donde comenzó a pulir su talento vocal, y pronto se convirtió en un favorito para las presentaciones escolares y fiestas locales.
La gran oportunidad llegó en 1971 cuando, con apenas 16 años, participó en el Festival de la Voz, organizado por Rafael Solano. Representando a Loma de Cabrera y con el respaldo del entonces síndico Viterbo de la Rosa, Villalona se ganó el cariño del público y el respeto del jurado. Aunque obtuvo el quinto lugar, su interpretación de “Lágrimas para un recuerdo” en el Palacio de Bellas Artes marcó el inicio de una carrera legendaria.
Desde entonces, Fernando Villalona ha sido una figura imprescindible de la música dominicana. Su carisma, voz única y capacidad para conectar con el pueblo lo llevaron a convertirse en el «Mayimbe del merengue», un título que nadie ha osado disputarle. Ídolo de multitudes, Villalona ha sabido reinventarse y superar momentos difíciles, incluyendo batallas personales, que nunca lograron borrar su huella artística.
Hoy, a sus 70 años, sigue más vigente que nunca, grabando nueva música y presentándose en vivo, con la misma pasión que aquel joven de voz firme que deslumbró en 1971. Su legado continúa creciendo, y su historia se mantiene viva en cada nota, en cada escenario y en cada corazón dominicano que ha bailado y sentido al ritmo de sus canciones.